IV. 18/04/2022 - 24/04/2022

 En la semana que se celebra el día de los Derechos de autor 2022, el profesor Richard Bravo comentó sobre la incidencia del pasado en las identidades colectivas del profesorado en Chile. Y es cuando en la sesión del viernes, tras escuchar el menosprecio de Sarmiento a las clases populares, es que vino a mi cabeza un tipo humano mencionado por el esteta Gastón Soublette: 

EL SABIO POPULAR ANÓNIMO. 

Cuidando de no romantizar o ser un emocionante relator como Gabriel Salazar, giraré en búsqueda de este autor anónimo de la transmisión de la cultura chilena.

Hace cuatro años supe que soy nieto de un arriero de Altovalsol, de René Ramos Ramos, padre ausente de mi madre, conocido en el valle del Elqui como el “Temucano”. Lo encontré después de conversar con la encargada del aseo de la escuela de teatro dónde estudié, que venía de este pueblito al este de La Serena. Antes se dedicaba a tocar la guitarra en el pueblo de diaguitas y ahora vivía fuera del espacio urbano a la orilla del río Elqui con sus cabras.

Cuando mi madre era adolescente, René Ramos Ramos vino a buscarla al pueblo de Andacollito en el valle del Elqui; pero mi bisabuela Lidia, nieta de Narcisa, lo echó diciendo que ya estaba criada.

Es curioso el caso de mi abuela Lidia, que a través de la oralidad ella educaba (esto me lo cuenta mi madre). Enseñaba cuentos de la literatura inglesa que después al tiempo yo vi en caricaturas en mi televisión en Las Compañías de La Serena o contadas por mis profesoras.

Una historia era que un hombre se le concedieron un par de deseos, donde uno era que el ata`o de leña que cargaba ahora lo cargara a él. Mi madre hasta el día de hoy lo recuerda y yo le doy imagen tras esa caricatura vista en que el hombre, cabalgaba sobre el montón de palos de regreso a la ciudad (La ciudad normalista)

Mi abuela Lidia crio varios hijos, hijas e hijes. Bajó de la cordillera por el camino de Chapilca y jamás tuvo estudios formales. No sabía escribir, ni sumar o restar con billetes, pero poseía una gran cantidad de historias; de vertientes de agua y sobre pueblos hermosos al otro lado de los cerros; sin contar las maneras prácticas que tenía de cargar leña, prender fuego, reutilizar los materiales y asesinar aves.  

Su accionar me recuerda al del esteta: Para el sabio popular, el vivir con sabiduría es un arte que se puede aprender, de ahí el refrán que dice: "Cuando aprenda a vivir quiero morir". (Semblanza del sabio popular anónimo, Soublette, 2016).

A derecho personal:

Uno aprende a donde le tocó vivir para morir. A los sabios y sabias populares, sospecho, son aquellos que se quedaron y no marcaron con tinta la historia de la educación en Chile; pero son los que pudieron mantener a flote los distintos proyectos de pueblo de este país de tan difícil autor. 

Los educandos más allá de los inicios de la escolarización en Chile.

Esta semana la ministra de las culturas, Julieta Brodsky, se vio envuelta en una polémica tras sus dichos sobre los derechos de autor y un supuesto impedimento con el acceso a la cultura (La Tercera, 2022). Si bien los derechos de autor no respaldan las ideas “en el aire”, es curioso ver que ellos no podrán nunca reconocer la cultura a las que los intelectuales decimonónicos en Chile menospreciaron.

Dejo, a riesgo de confundir a una apología al profesor escencialista, una canción de Manuel García, Profesora y profesor,  autorizada en el 2021. Para pensar en esa tinta de sol de la grieta del educador queda`o en que “usaba su sombra como pizarra y la tiza era cal de un viejo paredón”:




Lidia
La que se quedó en el Elqui 
Todos los mantos a su espalda
excepto uno, los autorizó ella 



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